La literatura de Milan Kundera (República
Checa, 1929) se aproxima como un viaje a lo profundo de uno mismo y de los
hechos que nos comprometen en el devenir diario de las cosas.
El filósofo peruano Antenor Orrego hace una
reflexión en uno de sus escritos acerca de lo efímero y lo eterno, temas que
descollan en la pluma del novelista Checo. Y al respecto añade lo siguiente:
“Todo hecho en sí está constituido por dos elementos. El uno es pegadizo,
circunstancial, aparente, perecedero que le da forma inmediata en el momento de
producirse, que le hace visible a los ojos vulgares que apenas pueden percibir
lo puramente formal, la hojarasca, el ripio, la caparazón grosera y externa (…)
El otro es la aptitud vital, el alma del hecho, lo que persiste y vive, lo que
se mentaliza y crea, lo que engendra nuevos hechos y forja historia. Es la
esencia productora, el vigor latente, el valor intrínseco, la energía en
potencia, la fuerza esencial, el ovulo reproductor, la semilla de la vida, la
matriz de los siglos, el dinamismo de los acontecimientos, el fecundador de los
instantes, el proceso de la eternidad. Es a la vez hijo del hecho anterior y
padre del hecho futuro”.
La descripción de Orrego hace referencia a
dos caras de la misma moneda; la primera es intuitiva y la otra palpable, una
trasciende y la otra languidece. ¿En qué posición se ubica el lector frente a
la obra de Milan Kundera? Con títulos sugerentes como La lentitud, El libro de los amores ridículos, La inmortalidad, La
identidad y La ignorancia; el escritor plantea la disyuntiva de los actos
humanos y su levedad o el peso que pueden generar en el destino del hombre.
Desde los albores de la novela La broma, que, dicho sea de paso fue su
primer trabajo narrativo, se advierte la degradación moral, la caída en
picada de un joven estudiante universitario, Ludvik Jhan, miembro del Partido
Comunista Checo, a partir del envío de una postal a Marketa, fiel compañera de
estudios, en el cual se burla de la seriedad y el optimismo ideológico
(político) de aquella época: “El
optimismo es el opio del pueblo”, escribe. A partir de allí empieza la enorme
carga de su irresponsabilidad: es expulsado de la universidad, del Partido en
el que casi todo el mundo milita, es enviado al reformatorio del ejército y, finalmente, estigmatizado socialmente por su
irreverencia juvenil. Hay un momento donde Ludvik Jhan hace un breve pero
importante reparo de su vida, ya convertido en adulto, mucho tiempo después: “Al igual que habían devastado a Lucie
mediante el amor físico y habían privado así su vida del valor más elemental, a
mi vida le habían robado también los valores sobre los que pretendía basarse,
que eran en su origen inocentes”.
Ludvik vive entre dos amores fundamentales.
El romance de Lucie; mujer llana, nerviosa; basado en la ternura y la
nobleza, se convierte en un ideal para liberarse de su desgracia hacia lo
sublime. Por otra parte está el de Helena; mujer casada, madura; dispuesta a
las grandes pasiones que se sustentan en el riesgo y la aventura, el ridículo y
la venganza, el cinismo y el rencor.
La
insoportable levedad del ser es de los mejores y más populares libros de
Kundera que retrata la frivolidad, la superficialidad del alma, la dependencia
de la voluntad respecto del misterio que se oculta detrás de cada
detalle y hecho inconsciente. En esta novela el personaje central es Tomás, un galeno respetado, muy querido, quien trabaja en un hospital del Estado. Por la publicación de un artículo tergiversado, en un semanario de poca monta, que
propulsó a su vez la histeria anticomunista, digamos en tiempos sobre la
invasión rusa a Praga; el renombrado médico fue lentamente degradándose,
perdiendo su reputación social y su empleo hasta llegar a convertirse en un limpiador de
escaparates.
El doctor Tomás, no obstante, tiene una
debilidad secreta que comprende la fuente del conocimiento poético del cuerpo y
que al mismo tiempo constituye el mayor de sus peligros existenciales: el amor
de Teresa. Ella es una muchacha insegura, tímida, sentimental pero también leal,
que está a dispuesta a perdonarlo todo, incluso el olor a sexo en la cabellera
de Tomás cuando éste regresa del trabajo. Es un amor terco, despiadado, que va
hilvanando un engranaje de reproches e indulgencias, manifestando grandes
gestos de ternura y dolor, comprensión y desapego, como dos individuos alados
que no pueden volar hasta adquirir otro cauce que el de la propia muerte.
La levedad del ser resulta insoportable en
el sentido con que muchas veces afronta el hombre la fragilidad de su destino,
sin sospechar el irremediable peso de cada acto, y que abarca todos los temas posibles,
digamos temas cotidianos que van desde la política, el sexo, la amistad y el
amor.
Milan Kundera es un mago del misterio de
las relaciones humanas. La voluntad del ser debe imponerse más allá de lo
superficial y lo arcaico, para trascender los propios límites de la mente y el
cuerpo, y adquirir la autorrealización, el cumplimiento del deber o lo que
otros llaman felicidad instantánea.