martes, 6 de octubre de 2015

Imagen: Pintura Bohemia. Elias Reyes
NUEVAS TENDENCIAS DE LA BOHEMIA TRUJILLANA
    Después de algunos breves años, de aprendizaje y duro crecimiento, la bohemia no ha podido desprenderse por completo de todos nosotros, los Gatos.
    De un tiempo a esta parte, digamos siglo XXI, considero que es de vital importancia dejar gratos recuerdos en la memoria de nuestros seres más queridos, ya sea hermanos, tíos, amigos, padres, mujeres, ángeles o demonios. Aunque a decir verdad, quien procure recordarnos más allá de la vida y la muerte, solo puede hacerlo en virtud del primer contacto poético, a modo de signo distintivo, entre las vicisitudes de nuestros recuerdos.
    Una de las etapas más importantes en la vida de todo ser humano es el poder atravesar con relativo éxito aquella edad que, mal que bien, puede denominarse “la edad oscura”, o lo que el escritor Gonzalo del Rosario determinó con cierta ironía en uno de sus textos como “post adolescencia”. Esos peldaños difíciles pero felicísimos, que están comprendidos entre los 19, 21 o 22 años, son fundamentales porque es cuando estamos obligados a crecer, a mutar de piel, a fracasar, a enfrentar cualquier tipo de crisis, a juntarnos con parientes cercanos y de espíritu, a llevar una carrera universitaria y viajar, a procurar hacerse de un lugar y un nombre si acaso brilla en nuestro fuero interno aquel fuego o impulso creador. Todo ello nos lleva muchas veces a recorrer los caminos del exceso, como forma esencial de aprendizaje.
    Nos basta dar un par de vueltas por la realidad para advertir las tentativas socarronas, pueriles, tremebundas de la juventud. La bohemia aparece entonces como la escena perfecta para el conocimiento del amor y la amistad, la vocación de artista o de intelectual. Hay un poema de Arthur Rimbaud titulado precisamente “Mi Bohemia”, el cual expresa la imagen del poeta vagando feliz por los prados, con los “bolsillos rotos”, absolutamente libre y salvaje, sin ningún tipo de atadura moral o social, soñando apenas con la grandeza de los cielos.
    Sea ya entre la sombra de los parques, debajo de la cruz en el ovalo Papal o en el bar de don Gume, frente al mar oscurecido de Buenos Aires o en las playas de Huanchaco; de cuando en cuando aparece algún joven aficionado a la bohemia dispuesto a conversar con los Gatos sobre las grandes preguntas celestes, a escuchar el discurrir del prójimo o viajar con el concepto de una imagen.
    Y esto me remonta a un cuento de Dylan Thomas titulado “Tal y como perros callejeros”, aparecido en una antología denominada “Cuentos Urbanos”, donde unos jóvenes vagabundos se juntan una tarde solo para fumar debajo de un puente y contemplar la puesta del sol y contarse ciertas historias melancólicas, y después se retiran pausadamente, hasta el día de mañana. O como cuando los camaradas de Horacio Oliveira en la novela Rayuela forman El club de la Serpiente y se la pasan bebiendo, charlando sobre arte, filosofía y política. O como los personajes Arturo Belano y Ulises Lima en la novela Los Detectives Salvajes del chileno Roberto Bolaño que, mientras buscan a Cesárea Tinajero, una poeta mexicana desaparecida, durante varios años y en distintas partes del mundo, hacen de las suyas junto al más joven de los Infrarrealistas, el estudiante García Madero, divagando sobre distintos poetas y los bagajes de la literatura universal.
    En nuestra localidad actualmente la bohemia como forma de expresión existe, pero no como una mera catarsis, sino con propuestas tan interesantes en el campo de la educación y las artes visuales como “Cinescuela” de David Sarmiento o “TV-Out” de Manuel Rubio, o el lanzamiento de las revistas literarias “Tromoz” de Jorge Torres o “Alienación” de Gonzalo del Rosario. Y en el campo de las ciencias jurídicas la incipiente pero prometedora Asociación para la Investigación Jurídica “Ratio Iuris”, a cargo del jurista Sergio Díaz. Algunos de los antes mencionados junto con este narrador forman el grupo literario “Los Gatos” desde hacía ya buen tiempo.
    La tendencia actual de la bohemia no es aquella actitud de (in)sana rebeldía restringida únicamente a vagabundos formales, sino a estudiantes de toda la vida, autodidactas, quijotes de buena madera, entusiastas por el conocimiento y la sabiduría, la sencillez de las palabras, los belleza de los sueños y el contraste con nuestros días. Tal como lo vivieron en su momento los maestros del Grupo Norte en nuestra tradición y, más tarde, el grupo Trilce.
    Con excursiones periódicas a las cataratas de Condornada, en Virú tierra adentro; o visitas al Cerro Campana y a las ruinas de Chan Chan mediante los rituales del San Pedro; los jóvenes bohemios de este tiempo no anhelan más que simplificar lo denso de la atmosfera existencial imperante, porque cada generación vive su tiempo, y porque cada hombre busca justificarse así mismo.
    Solamente a un punto central se resume el deber teleológico de los Gatos, es decir vivir intensamente cada momento, sin ningún prejuicio, alternar las condiciones del orden de las cosas con nuestras propias concepciones, fomentar el asombro, desdoblarnos como aventureros de emociones, cual si fuéramos videntes, cual si fuéramos almas que navegan sin rumbo hacia la luz de la historia bajo presión de sabe Dios qué madurez o insoportable cordura.