miércoles, 24 de febrero de 2016

Edvard Munch, Los bebedores de absenta, 1890.

ENCUENTRO EN EL BAR DE JUANITO
    Quién de nuestros amigos podría escuchar esta disyuntiva tan terrible y siquiera intentar comprenderla. No espero llegar a obtener una conclusión definitiva del caso; ya sé que las cosas insólitas ocurren en los momentos y lugares más impensados.
    Aquella vez Romero y yo nos vimos en el bar de Juanito. Serían poco menos de las once. Recuerdo que entró al local con el semblante desencajado y con unas ganas torrenciales de hablar. Lo escuché durante horas.
–Esta noche pienso acabar con todo, mi hermano –dijo.
    Luego se quedó callado por unos segundos. Nuestros encuentros eran habituales durante el mes. Pero ese día salíamos de alguna reunión imprevista. Yo terminaba de dictar clases en la universidad y él acababa de cerrar caja en un banco.
–Mi relación con Celia está deteriorada. Aparte que la he cagado. No me va a perdonar y ni quiero que me perdone.
–Pero… estabas a punto de casarte –recuerdo que dije, realmente asombrado.
–Eso es lo peor. Se siente ofendida y me quiere ver muerto antes que...
    Tomé un vaso de cerveza. Ya empezaba a involucrarme automáticamente en los problemas sentimentales de Romero. Sólo por curiosidad pregunté:
–Pero… ¿qué es lo peor que puede pasar? Ambos son libres y buenas personas.
–Me he tirado a una flaca, la he cagado… a mi edad, que pensaba que todo estaba claro. Las cosas pueden cambiar radicalmente. No es temor. No vayas a pensar eso. Lo que pasa es que he tenido experiencias religiosas que ya no sé qué pensar.
    Por un momento creí que mi amigo se había vuelto loco. Estaba desvariando. Pero no estaba borracho ni drogado. De hecho, recién íbamos por la segunda ronda de chelas.
–¿Qué tiene que ver una cosa con la otra?
–Mis ángeles me han dicho que no debo dejar a Celia; que la busque antes que sea demasiado tarde. Dicen que está embarazada. Que nos espera un futuro sólido. Que ella es la piedra sobre la cual edificaré mi destino.
–¿Has estado chupando antes?
    El bar de Juanito estaba repleto de individuos. En este lugar se conversaba de todo. Por eso me gustaba venir aquí. Romero me estaba llevando (sin darme mucha cuenta) a un terreno del cual no conozco nada y que, a decir verdad, nunca me ha interesado conocer. Pero estaba pisando el palito.
–Te juro que no me lo creo, mi hermano, pero algo está pasando conmigo. Tú conoces a Celia. Sabes cómo es de rigurosa con algunos temas.
–¿Cómo es eso de que has hablado con tus ángeles? ¿De qué experiencias religiosas hablas?
    Estaba preparándome para escuchar una respuesta semejante, cuando recibo una llamada de mi mujer al celular. Le digo que me espere en su casa una hora y cuelgo.
–Por medio de ella se han manifestado. Suena terrible pero es verdad. La voluntad de Dios busca imponerse sobre mi autonomía, en nombre de la misericordia y la justicia.
–¡Flaco, dos chelas más! –recuerdo que grité.
    Me recosté en el asiento trasero en una actitud incomoda. Me irritaban las palabras de Romero. Pensaba, sinceramente, que se había lavado el cerebro, que estaba por convertirse en evangélico y eso sí que sería el colmo. Felizmente, al instante me aclaró esta duda que germinaba en mi interior.
–Yo no practico ninguna religión, mi hermano, la verdad para mí es el día a día. Aunque de niño creo que fuimos educados con la moral cristiana, ¿no?
–¿Y que más han dicho tus ángeles?
–Me advirtieron sobre el pasado y el futuro. Yo les dije que necesito soledad y autonomía. Que amar es también decir adiós. Que nos desprendemos de algo para crecer. Que la oscuridad con Celia sólo me ha empozado el corazón de sentimientos que no me pertenecen.
–¿Esos seres te proponen una vida, un camino, digamos un destino con el cual no te sientes identificado?
–Exacto. Me siento alienado. No puedo ser yo mismo. Yo no quiero saber más de Celia. Y sí está embarazada, le daré lo mejor a mi hijo.
–¿Y tu querida qué dice? ¿Qué es de ella?
–La conocí de casualidad. Apenas empezamos a hablar y fue suficiente para envolvernos en una vaina que nos llevó hasta un telo. Me gustaría tener algo más con ella. Es linda.
–¿Crees que eso es lo correcto? Tomate un vaso y piénsalo… ¿es lo correcto?
–Quiero ser libre, mi hermano. Quiero crecer. No deseo tener apego por nada ni por nadie. Mis ángeles han dicho que esta mujer es de apariencia no sincera. Que me cuide de las aguas mansas.

    Ahora estaba comprendiendo la debilidad moral de mi buen amigo. Era un régimen totalizador la voluntad divina, y él, un hombre minúsculo, que cree firmemente en su capacidad de trabajo, un ser que apenas busca respuestas lógicas a cada aspecto de sus circunstancias. Ciertamente la disyuntiva era terrible.
–Pero, ¿tú crees en todas esas cosas realmente, que a los ojos de cualquier parroquiano resultan irracionales, sobre todo en nuestra época?
–No creo, pero las estoy viviendo. Estoy conversando de tú a tú con seres que no son de nuestra esfera.
    Hablaba con tanta seguridad. Francamente expresaba una firmeza que se parecía al hierro o al roble.
–¿Y qué has pensando hacer?
–Creer en mis convicciones… si hay algo más allá de la muerte, y los arquetipos de nuestra consciencia nos persiguen… seguiremos siendo los mismos en cualquier lado.
–Para mí que no necesitamos de Dios. Piensa en lo que razonablemente necesitas: ¿que decidan por ti?, ¿que te adoctrinen? No puedes ir por un sendero que es distinto al de tu naturaleza.
Mi amigo clavó su mirada profunda en mis pupilas. Parecía meditar detrás de sus ojos de fuego. Luego de prender un cigarrillo continuó.
–Voy a mandar todo al carajo, mi hermano. Y empezar a vivir desde cero.
    Un grupo de curiosos brindó por nuestra mesa al escuchar la sentencia, y después  aplaudieron con alborozo. ¡Viva la felicidad, compañero!, dijeron en coro, ¡salud por eso! 
    Nosotros también nos reímos.
   Al día siguiente Romero viajaba a trabajar de transportista al Brasil.


lunes, 18 de enero de 2016

Son estos los cinco poemas que merecieron el segundo premio de los juegos florales de la UPAO, allá en el 2013, cuando trabajaba de noche y estudiaba en el día. Ahora que vuelvo a ellos, creo que reflejan los vaivenes y la pasión de la juventud, esa arma poderosa oculta  detrás de las palabras

El fuego de los astros
Con el fuego vespertino de los astros
frente al espejo melancólico de los hombres
mi fe se acrecienta
e intuyo los enigmas de las cosas simples.

¿Qué partitura nos diera el aire si acaso despertara una mano
del hombre junto al corazón del sol?

Atravieso el umbral del mundo
y las vertientes maravillosas de la vida,
pisoteando una cáscara de luna, en la semilla de los frutos nuevos.
Por el horizonte las gaviotas vuelan altas
tras un cielo nublado
como el vidrio húmedo de la piel carnosa.
El aire es la inconsciencia de los muertos:
el viento vierte
el aroma de la Tierra:
un sabor a café, una amarga victoria:
la sal de las gotas hondas
cae silenciosa sobre el mar.

Todas las almas vendrán crucificadas al mar.

Entre tanto que la frente oscurecida se nos aja,
la última noche del mundo fui a dar mi alma donde un bosque frondoso,
con la frescura amable de los pecadores.
¿A merced de quién el canto de las aves
el calor de Mercurio
las hojas de Otoño
bordearán el lago de la eternidad?
Las huellas
del peregrino que nada teme y que nada espera
revelarán el cielo verde para la dicha.

Árbol contra el viento
Al fin han llegado los años
corriendo prontamente como caballos dorados o sueños
girando por la tarde descienden alegres sobre tu pelo
yo te beso mariposas en la lengua
lagartijas en los ojos
cuando contemplo mi rojo corazón en la membrana de tus espejos.
No quieras mirar atrás.
No corras detrás de la niebla.
No me llames cuando me asiente entre los bosques perdido.
Soy un animal salvaje sediento de tristeza!
Tus manos contienen profundidades marinas
donde monstruos bellos tuvieron el agua al nacer...
Quédate en mi casa, hermana mía,
y tejeré nocturnos para el santo cubil de nuestras s o l e d a d e s.

Horizonte
El cielo es el universo, el mar la nada.
¿Quién nos protege del terror y el ensueño- del arte de Dios-;
de las desdichas de los hombres justiciables
que loan los quehaceres de la lid divina?

Con la ceniza del cuerpo el tiempo fluye
tras un río coronado de miel...                                                     
El peregrino hallará los puertos de la conciencia
alborozado como las fuentes primigenias del viento.
La fascinación gravita en la penumbra
del sueño y la concordia…

Cuando la belleza animal se dore con la arena,
la lluvia, oh reino, será también de arena.

El sol es un punto sin color en la primera mañana del mundo.


Clara
De entre las sombras de los árboles apareces de cuando en cuando, aprovechando la lluvia,
la necesidad de volar
a la cima de las montañas entre halcones y bestias cerca del viejo cielo.
Conocer los secretos de tus ojos
y descubrir el aliento de tu voz
cuando posabas de pie sobre mis manos
es la prolongación de un recuerdo de hielo
estancado entre los valles diminutos del corazón.
La noche aquella en que dibujé palomas en tu pecho
y expulsé poemas por los labios,
por los ojos,
por los dedos y los dientes,
escribiendo entre tu vientre,
convertiste las fragancias del adiós en un aroma
indescriptible.
Ángel de arena,
de sal, de agua y colores diversos;
múltiples mundos descubrimos cada hora, día, semana,
cada tiempo, lugar,
cada año que se va…
cada aurora,
cada noche,
cada sol y un crepúsculo eterno entre estas nuestras tardes otoñales.

Oh señor, ¿qué será cuando el silencio penetre la cordura 
y el signo florezca como rosas en primavera?
¿Qué será cuando te busque desesperado por el cielo y por el mar,
debajo de las rocas en Huanchaco,
una a una,
entre caballos de totora,
en medio de una ola,
cuando muera un poco por tu
pelo?
Oh, mujer diablo.
Tu cabello
entre tu blanca espalda contienen los enigmas de mi existencia.

¡Valen las promesas si juntos somos ovejas del mismo rebaño!


Poema

Despacio, contraes el espíritu en una partícula de aire
cuando el dorado perfecto del oro derretido
el sol arroja a los ríos de las mañanas.
La Tierra es una naranja pero no dulce.
Las gaviotas y los mares se conjugan en una procesión eterna
cuando sobre la arena desnudas los secretos que ocultas entre las ropas.
¿Por qué de entre tus manos no borbotan los bosquejos del amor
si entre las profundidades de los abismos me encontrarás junto a mis perros
y los posibles horizontes?
La fascinación de tus ojos entre mis ojos no conservan ni ton ni son
de los fantasmas del ayer;
piedra o mandarina quemada.
La gloria de mis desquiciadas manos bordeando tus caderas
es la promesa de un itinerario continuo
;
libro y cigarro languideciendo.
Escuchar atento las plegarias del adiós es tal vez
los ahogos de un suspiro;
corazón y flecha colgada.
Amaneceres oscuros construyen las vidas fáciles
mas entre el calor de tus manos
y nuestro mágico delirio somos rosa en el camino,
pelota en la escalera,
locura entre la cordura,
TV prendido y sin antena.
Las llaves del silencio
y la insania del amor
por decir la fuerza y el color
son tus piernas y gemidos
las puertas y latidos
las sonrisas del olvido
juntos enterrados.